Regreso a las anotaciones de la películas que veo, con el último trabajo de Ettore Scola, el director, para mí sobre todo, de la emocionante “La familia” de 1987.
Ahora a sus ya 74 años, rueda este documental sobre gentes, personas, situaciones, vividas en la ciudad de Roma. Para mí, a pesar de todo lo que he leído al respecto, Roma es un pretexto, un punto de unión, un escenario en el que se muestran las pequeñas historias de los ciudadanos que la habitan, lo realmente importante de la película. Ha sido Roma, pero no hubiera sido muy distinto cualquiera otra gran ciudad de la Europa mediterránea: el desempleado que oculta a su mujer que lo han echado y sigue levantándose antes del amanecer para coger el autobús como si nada hubiese pasado, el anciano que se rebela cuando sabe que su hijo lo quiere meter en una residencia, el camarero racista, el barrio gay y ese cruce de miradas entre dos chicas en presencia de la tercera, la angustia de la madre que pierde a su hijo entre la muchedumbre en el mitin antiberlusconi (Nanni Moreti) de la izquierda, el que oye hablar a los muertos en el cementerio y su reflexión sobre el tiempo, los ancianos enfermos de alzheimer, los inmigrantes, los orientales practicando tai chi en el parque, los ociosos que se juntan en el banco del parque,… Una lúcida mirada llena de humor y ternura con una extraordinaria habilidad para el ensamble final de todas estas pequeñas historias.
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