Un día, a finales del mes de septiembre, recibo un mensaje de correo electrónico totalmente inesperado.
Resultaba ser una antigua alumna mía que estaba organizando un encuentro con los compañeros con los que acabó la E.G.B. y, por este motivo, contactaba conmigo, uno de los tutores de aquellos dos grupos de 8º de EGB.
Mi nombre completo lo obtuvo del Libro de Escolaridad. Mi dirección de correo… de Google. No es muy difícil…
Ese primer mensaje, en el que me trataba de Vd., no se atrevía a pedirme que acudiera. Solamente me comunicaba que se iba a producir este encuentro y que le había hecho ilusión localizarme…
Jo… “Inmaculada Labrador”, claro que sí… ¿Cuántos años habían pasado? Empecé a echar cuentas… Fueron fáciles. El curso que les di clase en 8º nació mi hija. Nada más y nada menos que… 26 años.
Comenzamos un intercambio de mensajes en el que se deshizo aquel primer hielo inicial y en el que los recuerdos de ambos de aquel tiempo pasado, fueron tejiendo una complicidad que me llevaría a aceptar lo que, enseguida, fue una cálida invitación.
En aquellos momentos estaba bastante liado. Estaba en plena mudanza laboral y a punto de comenzar el taller del Congreso de Internet en el Aula.
Sabía que asistir a ese encuentro me iba a suponer una importante alteración emocional que me dejaría algo tocado antes y después del mismo.
Además… estábamos muy lejos. Els Monjos, población de la provincia de Barcelona de la comarca del Penedés. Ellos se encargaban de recogerme donde fuera, estación del tren, aeropuerto, buscarme alojamiento,… lo que hiciera falta…
Reconozco que la invitación me hizo muchísima ilusión. ¿A qué profe no le gusta que le recuerden sus alumnos?
Monjos fue una importante etapa en mi vida profesional. Ese curso era el 3º que impartía en Cataluña. Veníamos, Emilia y yo, de trabajar los dos cursos anteriores, en un polígono de absorción en Sant Boi del Llobregat. Llegar a ese centro fue un cambio bastante importante. Población catalana y emigración muy asentada, que valoraban mucho la escuela. Apenas había problemas de disciplina. El Ayuntamiento nos proporcionó vivienda en una de las ocho muy dignas casas de maestros que había, la mayoría ocupadas ya.
Ese curso fui tutor del 8º A y di clases a los dos octavos. Matemáticas, Ciencias Naturales, Lengua Castellana, Plástica.
Así que, tras pensarlo un par de veces, me animé y allá nos fuimos. Finalmente, Emilia y yo.
Fue muy bonito. Antes del encuentro saludamos a Mª Cinta, compañera y vecina aquellos años, que, como Pere Ventura, el otro tutor, todavía seguía en la misma escuela.
De mi compañero Pere aprendí a estar cerca de los alumnos, a tratarlos con cariño, pero a la vez a ser exigente con ellos. Era algo muy novedoso en aquellos años y no entendido por muchos de los compañeros.
¿Cómo estaremos 26 años después? ¿Nos reconoceremos? ¿Nos acordaremos unos de otros? Yo tenía en mi memoria unos cuantos nombres asociados a unos adolescentes que no sabía muy bien si iba a reconocer. Cuando nos encontramos en la puerta del colegio… Algunos sí. Algunos vinieron rápidamente a mi recuerdo. Otros no… A otros no los recordaba para nada… Otros vendrían a mi memoria conforme pasaba la velada. En realidad, fue un curso escolar únicamente lo que pasamos juntos. Un curso, eso sí, bastante intenso con viaje de curso a Mallorca incluido.
¿Qué recordaban de uno aquellos hombres y mujeres de 40 años? Alguno me decía que le había enseñado a amar las matemáticas. Otro recordaba el libro de Delibes (El camino) que leíamos en clase. Muchos recordaban mis manualidades. Aquellas cometas tan extrañas pero que volaban tan bien. Los cacharros de mimbre. Alguno recordaba episodios de mi vida que yo les había contado… Y yo, haciendo esfuerzos para recordar e intentar unir la persona que me estaba hablando con el chico aquel con el que compartía la habitación del hotel de Mallorca en el que, para que nos dejasen descansar, les encerrábamos con llave.
Fue una noche muy especial. Entramos en el colegio y ocupamos las mismas aulas en las que habíamos estado tantos años atrás. Pere recuperó alguno de los textos escritos por los propios alumnos de entonces (¡que aún guardaba!) y los leímos e intentamos jugar a reconstruirlos a partir de sus fragmentos. El compuso un poema sobre el hecho de madurar, “Fer-se gran”, que nos repartió a todos y que pego en esta misma entrada.
Y, nos fuimos a cenar. A altas horas de la noche nos íbamos al hotel. Al día siguiente habría que recorrer 600 km de regreso a Madrid.
Fue un viaje al pasado, al reencuentro con un pueblo, con unas gentes, con un entorno en el que nos sentimos muy queridos y valorados.
Gracias a todos, primero por venir. Algunos habían hecho también muchos kilómetros. A Isabel de Pablo por poner todo el empeño en querer celebrar este encuentro. A Oriol, Anna, Inma por organizarlo. Y, de nuevo a Inmaculada, por ser como es. Por su sensibilidad. Por buscarme por el cibersepacio. Por encontrarme. Por conquistarme.
He hecho una pequeña animación con las fotos que obtuvimos. Lamentablemente una gran parte de ellas, no salió bien. Gracias a Jordi e Inmaculada pude, finalmente, completar un número suficiente. Aún así me dicen que el protagonismo del grupo de 8ºA es superior… No podía hacer otra cosa…
Animación realizada con Photo Story 3 y alojada en Vimeo.
Resultaba ser una antigua alumna mía que estaba organizando un encuentro con los compañeros con los que acabó la E.G.B. y, por este motivo, contactaba conmigo, uno de los tutores de aquellos dos grupos de 8º de EGB.
Mi nombre completo lo obtuvo del Libro de Escolaridad. Mi dirección de correo… de Google. No es muy difícil…
Ese primer mensaje, en el que me trataba de Vd., no se atrevía a pedirme que acudiera. Solamente me comunicaba que se iba a producir este encuentro y que le había hecho ilusión localizarme…
Jo… “Inmaculada Labrador”, claro que sí… ¿Cuántos años habían pasado? Empecé a echar cuentas… Fueron fáciles. El curso que les di clase en 8º nació mi hija. Nada más y nada menos que… 26 años.
Comenzamos un intercambio de mensajes en el que se deshizo aquel primer hielo inicial y en el que los recuerdos de ambos de aquel tiempo pasado, fueron tejiendo una complicidad que me llevaría a aceptar lo que, enseguida, fue una cálida invitación.
En aquellos momentos estaba bastante liado. Estaba en plena mudanza laboral y a punto de comenzar el taller del Congreso de Internet en el Aula.
Sabía que asistir a ese encuentro me iba a suponer una importante alteración emocional que me dejaría algo tocado antes y después del mismo.
Además… estábamos muy lejos. Els Monjos, población de la provincia de Barcelona de la comarca del Penedés. Ellos se encargaban de recogerme donde fuera, estación del tren, aeropuerto, buscarme alojamiento,… lo que hiciera falta…
Reconozco que la invitación me hizo muchísima ilusión. ¿A qué profe no le gusta que le recuerden sus alumnos?
Monjos fue una importante etapa en mi vida profesional. Ese curso era el 3º que impartía en Cataluña. Veníamos, Emilia y yo, de trabajar los dos cursos anteriores, en un polígono de absorción en Sant Boi del Llobregat. Llegar a ese centro fue un cambio bastante importante. Población catalana y emigración muy asentada, que valoraban mucho la escuela. Apenas había problemas de disciplina. El Ayuntamiento nos proporcionó vivienda en una de las ocho muy dignas casas de maestros que había, la mayoría ocupadas ya.
Ese curso fui tutor del 8º A y di clases a los dos octavos. Matemáticas, Ciencias Naturales, Lengua Castellana, Plástica.
Así que, tras pensarlo un par de veces, me animé y allá nos fuimos. Finalmente, Emilia y yo.
Fue muy bonito. Antes del encuentro saludamos a Mª Cinta, compañera y vecina aquellos años, que, como Pere Ventura, el otro tutor, todavía seguía en la misma escuela.
De mi compañero Pere aprendí a estar cerca de los alumnos, a tratarlos con cariño, pero a la vez a ser exigente con ellos. Era algo muy novedoso en aquellos años y no entendido por muchos de los compañeros.
¿Cómo estaremos 26 años después? ¿Nos reconoceremos? ¿Nos acordaremos unos de otros? Yo tenía en mi memoria unos cuantos nombres asociados a unos adolescentes que no sabía muy bien si iba a reconocer. Cuando nos encontramos en la puerta del colegio… Algunos sí. Algunos vinieron rápidamente a mi recuerdo. Otros no… A otros no los recordaba para nada… Otros vendrían a mi memoria conforme pasaba la velada. En realidad, fue un curso escolar únicamente lo que pasamos juntos. Un curso, eso sí, bastante intenso con viaje de curso a Mallorca incluido.
¿Qué recordaban de uno aquellos hombres y mujeres de 40 años? Alguno me decía que le había enseñado a amar las matemáticas. Otro recordaba el libro de Delibes (El camino) que leíamos en clase. Muchos recordaban mis manualidades. Aquellas cometas tan extrañas pero que volaban tan bien. Los cacharros de mimbre. Alguno recordaba episodios de mi vida que yo les había contado… Y yo, haciendo esfuerzos para recordar e intentar unir la persona que me estaba hablando con el chico aquel con el que compartía la habitación del hotel de Mallorca en el que, para que nos dejasen descansar, les encerrábamos con llave.
Fue una noche muy especial. Entramos en el colegio y ocupamos las mismas aulas en las que habíamos estado tantos años atrás. Pere recuperó alguno de los textos escritos por los propios alumnos de entonces (¡que aún guardaba!) y los leímos e intentamos jugar a reconstruirlos a partir de sus fragmentos. El compuso un poema sobre el hecho de madurar, “Fer-se gran”, que nos repartió a todos y que pego en esta misma entrada.
Y, nos fuimos a cenar. A altas horas de la noche nos íbamos al hotel. Al día siguiente habría que recorrer 600 km de regreso a Madrid.
Fue un viaje al pasado, al reencuentro con un pueblo, con unas gentes, con un entorno en el que nos sentimos muy queridos y valorados.
Gracias a todos, primero por venir. Algunos habían hecho también muchos kilómetros. A Isabel de Pablo por poner todo el empeño en querer celebrar este encuentro. A Oriol, Anna, Inma por organizarlo. Y, de nuevo a Inmaculada, por ser como es. Por su sensibilidad. Por buscarme por el cibersepacio. Por encontrarme. Por conquistarme.
He hecho una pequeña animación con las fotos que obtuvimos. Lamentablemente una gran parte de ellas, no salió bien. Gracias a Jordi e Inmaculada pude, finalmente, completar un número suficiente. Aún así me dicen que el protagonismo del grupo de 8ºA es superior… No podía hacer otra cosa…
Isidro Morales, el artista de la promoción, recuperó la portada que en su momento hizo para el cuadernillo de trabajo del viaje de estudios y lo reeditó para la ocasión. Clic sobre la imagen para verla a tamaño real:
Animación realizada con Photo Story 3 y alojada en Vimeo.
7 comentarios:
¡Caramba, Angel!, me he emocionado leyeno esto...
Enhorabuena, solo los buenos profes consiguen estas manifestaciones de afecto.
:)
Me alegro mucho pot todos: ser capaz de recuperar y celebrar los afectos mutuos no es cosa habitual.
Puedes sentirte orgulloso.
Ángel me ha demostrado que ademas de ser un buen profesor, es una gran persona, pues pocos son, los que hubieran hecho el sacrificio de dejar todo lo que el tenia entre manos en aquel momento (que no era poco) para venir a pasar unas pocas horas con nosotros y compartir tantos recuerdos.
Gracias Ángel, muchas gracias por ser como eres.
Inma Labrador
No sabes la alegria que me dió al verte cuando llegabas al cole el dia de la cena, no me lo podia creer, de hecho, para llevar la contraria a la canción de "Presuntos Implicados" físicamente estás igual, no has cambiado, y en cuanto a los recuerdos he estado unos cuantos dias que estaba flotando pensando en la cena, es hoy que me encuentro a alguien que vino a la cena y se para a hablar, cuando antes nos saludábamos y basta, gracias por inculcarnos y por enseñarnos tus conocimientos y como te dije el dia de la cena cuantas veces me he acordado de aquel joven tutor de 8º A qe nos daba matemáticas de una manera tan entendedora...
Gracias por venir a la cena y hasta pronto...
Jordi
Ángel, un post muy emotivo.
Que te recuerden después de 26 años, de cómo dabas las matemáticas dice mucho de aquel joven profesor de 8º. Es el mismo que ahora se prodiga en sonrisas y es una persona cercana y amable aparte de su valía profesional.
Enhorabuena.
Muy bonito y emotivo Angel...
El que vale, vale... Y el que es, es...
Enhorabuena tater.
¡Enhorabuena, Ángel! MAESTROS así son los que pueden hacer de la EDUCACIÓN algo memorable.
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